jueves, 6 de junio de 2013

Hijo

Mi corazón bombea sangre por todo mi cuerpo. Sangre roja y contundente que no me pertenece, sino que es la mezcla de generaciones que se pierden en las brumas del tiempo pasado. Siento cómo fluye por mí: sangre, tiempo, fuerza..., las experiencias de parientes perdidos, las vivencias de personas que nunca llegué a conocer, las vidas de antepasados que vivieron, amaron, lucharon y desaparecieron. Son parte de mí, soy su producto, soy el último eslabón de una cadena anclada en muchas paredes.

Soy descendiente, soy semilla, soy fruto, soy futuro, soy hijo. La historia la escriben los vencedores, y soy uno de sus vástagos. Soy hijo de vencedores. Soy hijo de guerreros, de luchadores, de los que no se rindieron, de los que siguieron adelante y ahora saborean las mieles de las victorias conseguidas. Soy continuador, heredero de ningún imperio, y poseedor de todo un universo luminoso. Soy un punto y seguido, una rama más de un árbol de tronco macizo y raíces profundas, que excavan sin temor hasta el núcleo ardiente del planeta. Estirpe fuerte regada con un caudal de valor incomprensible e incomprendido y con torrentes de sacrificio inmerecido e inabarcable, al que estaré eternamente agradecido.



Soy prueba de la victoria, el testimonio de innumerables actos heroicos imposibles de creer y que no publica prensa alguna. Soy espectador asombrado de proezas de resistencia sobrehumana, de paciencia infinita y de fuerza incontenible. Lo he presenciado todo, lo he vivido todo, y aún no salgo de mi asombro. Soy hijo de padres honorables y justos, rectos y admirables. Con ideas claras, objetivos claros, prioridades claras. Seguir adelante, nada más. Cuidar de la prole, nada menos. Frente alta y dientes apretados, héroes, valientes, orgullo de mi alma y espejo en el que me miro.



Soy su hijo, fruto del amor sincero y esforzado, de la lucha sin armas, de la comida sin apenas dinero, de la lluvia que cae por el techo, del vendaval que derriba muros, de vastos campos de siembra que necesitan cuidados, de descanso con la mirada perdida, de noches en vela, de rutinas interminables de luchas, seguidas de más lucha, de más dolor, de mayor sacrificio, de malas rachas, de peores rachas, de rachas mortales, de cambios inesperados, de cambios deseados, de bofetadas del destino y de breves caricias de la diosa Fortuna. Soy hijo de mis padres, de mi orgullo, de mi sangre, de mis valores. Personas, con sus defectos y debilidades, pero humildes, trabajadoras, responsables, serias y comprometidas. Y yo soy su hijo.



Mírame y verás tras mis pupilas el resultado de tanto sacrificio, de tanto “primero mis hijos y luego yo”, de tanto dar sin recibir nada a cambio, de tanto aguante de desplantes, de malas caras, de caprichos fuera de todo alcance. Pero se aguanta y se lucha, se sigue, se prosigue, se continúa, se sigue y se consigue. Nada regalado, nada fácil, nada encontrado por casualidad, todo sembrado, regado, cuidado y recolectado. Vida dura que curte la piel y cubre de arrugas y dolores. Batallas pasadas que se cobran su precio en el presente. Pero la victoria ya ha sido conseguida, y soy la prueba.



Orgullo eterno y ganas de estar a la altura. Soy el presente de su pasado, y debo estar a la altura. Debo seguir el ejemplo, debo golpear, luchar, morder y desgarrar si hace falta. Prioridades claras, deseos claros, amor verdadero perdido, pero una vida por delante.



Soy hijo, y lo porto con la cabeza alta. Quizás, algún día, el hijo se convierta en padre. Quizás, algún día, mi hijo también se sienta orgulloso de sus padres.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Aio!

    Impresionante. Sin palabras. Todo el orgullos de ser hijo plasmado a la perfección ;) Y pensar que no lo había leído aún... Gracias por recordarnos lo importante que es sentirnos orgullosos de ser hijos de nuestros padres ^^

    ¡Un abrazo, Aio!

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    1. ¡Hola, Carmen!

      Muchísimas gracias por leer esta entrada. Significa mucho para mí. Te lo agradezco enormemente.

      Muchos abrazos y besos, Carmen. ¡Nos seguimos leyendo!

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