jueves, 25 de abril de 2013

Imagen con latido (8): La domadora de mi fiera


Las cuatro insidiosas: Pesadilla

“Otra vez esos ojos... esos dichosos ojos verdes mirándome fijamente”. A tientas, palpó la pared de su derecha hasta que consiguió darle al interruptor para encender la luz de su habitación. Allí dentro estaba la pequeña una noche más, sentada al borde del colchón y con sus refulgentes ojos verdes clavados en él. Hacía dos días que no aparecía, y ya pensaba que se había librado de ella, pero una vez más volvía a tener delante de él a aquella maléfica niña, cuyos pies todavía no alcanzaban a tocar la moqueta del suelo.

jueves, 18 de abril de 2013

Imagen con latido (7): Humanidad


Encadenado al pasado

I´ve never betrayed your trust

I´ve never betrayed your faith

I´ll never forsake your heart

I´ll never forget your face”



[Fragmento de la letra de “Untouchable, Part I”, del grupo “Anathema”. Esta historia se me ocurrió gracias a esa canción]





“Aquí yace mi antiguo yo”, pensó después de suspirar profundamente mientras la lluvia caía sin contemplaciones sobre su cabeza. El agua que recorría sus mejillas se confundía con las tímidas lágrimas que manaban de sus ojos. Con desgana, movió en el aire el pequeño ramo de flores blancas que sostenía. Se dio cuenta de lo estúpido que había sido traer flores, y las tiró a un lado sobre el encharcado césped del cementerio.

jueves, 11 de abril de 2013

Imagen con latido (6): Diosa del amor


Error

Otra fría y gris mañana de una vida que no conduce a ninguna parte. Desde el espejo, el reflejo de su soledad le devolvía su triste mirada. Con gesto confuso y cansado, se contempló un largo rato mientras en su mente se repetía las mismas preguntas de todos los días: ¿qué me ha pasado?, ¿por qué ya todo me da igual?, ¿dónde está la ilusión que me falta?, ¿dónde está la persona que encienda mis ánimos?... ¿Dónde está ella?

jueves, 4 de abril de 2013

Imagen con latido (5): A solas con mis temores


Plegaria

Apretó fuertemente una mano contra la otra, apoyó los codos sobre el respaldo de madera del banco de delante y agachó la cabeza. Su dios lo observaba atentamente sentado desde su trono; sereno, impasible, ajeno a las penurias de aquel humano malherido que se arrodillaba ante su estatua para suplicarle un poco más de fuerzas.