jueves, 26 de junio de 2014

Imagen con latido (69): Flautista


Pizquito

Allí parece un buen sitio ―sugirió a su abuelo la joven y extenuada Kiah, señalando con la barbilla hacia una oquedad que formaban las rocas bajo una loma del pinar―. Podemos escondernos allí y pasar la noche... Incluso podríamos ocultarnos con algunas ramas. Creo... creo que podría funcionar.

jueves, 19 de junio de 2014

Imagen con latido (68): Tightrope


El monstruo está en el sótano

Su zarpa parecía estar hecha de la misma madera que la puerta; seca, agrietada y llena de nudos. Era una extremidad inhumana y a todas luces imposible, pero tan real como el hambre despiadada que atravesaba el vientre tembloroso de la criatura. Sus gruesos dedos, recubiertos de musgo, se movieron con lentitud, crujiendo cada vez que uno de ellos se flexionaba para arañar el barniz. “¡Maaaaa!”, gruñó, como si vomitara la única palabra que había logrado dominar en toda su milenaria existencia. “¡Maaaaaaaa!”, llamó de nuevo, en un bramido profundo, pero débil a causa del hambre que empezaba a nublar el juicio de la bestia.

jueves, 12 de junio de 2014

Imagen con latido (67): Happy Anna


Querida Nozomi

Hoy he visto el primer cadáver, Nozomi. No estoy muy seguro de por qué te estoy contando esto a ti. No debería hacerlo. Se supone que debería escribirte sobre lo mucho que te echo de menos y que estoy deseando volver a tu lado, cosas que son tan ciertas como que ahora está atardeciendo y que lo único que me da calor en esta estrecha y húmeda trinchera es mirar tu foto de vez en cuando, mientras escribo esta carta. Espero que puedas perdonar que te haga partícipe de este horror por el que me ha tocado transitar, pero el terrible recuerdo de ese cuerpo acribillado y tirado sobre el alambre me está atormentando, y en este lugar no hay nadie dispuesto a escuchar mi pesar. Todo el mundo a mi alrededor actúa como si no pasara nada. Los demás de la compañía ya llevan tiempo en el frente y parecen estar insensibilizados a toda la tragedia que se despliega a nuestro alrededor. Para ellos, aquel solamente era un cuerpo más abatido en el campo. Pero, para mí, era el primero.

jueves, 5 de junio de 2014

Imagen con latido (66): ¡No mires!


No se lo digas a mi hija (Tercera parte de tres)

Sus ojos verdosos de pupila vertical no eran humanos y ni siquiera daban la sensación de poder albergar emoción alguna. Sin embargo, en aquel momento, el monstruo estaba llorando en la orilla del lago subterráneo. Y sus lágrimas caían para perderse en la bruma que ocultaba las zarpas de sus patas traseras. Balanceó su pesada cabeza y la papada se agitó, salpicando por todas partes las babas acumuladas entre los pliegues de su dura piel. Ronroneó con debilidad y volvió a agachar la cabeza.