viernes, 19 de diciembre de 2014

Nota del autor: Historias con latido

Muy buenas a todos.

Como algunos de vosotros ya sabéis, estas últimas semanas no he podido subir mis historias y dibujos habituales. El motivo de esta nota es anunciar que este blog se va a tomar unas vacaciones, y, tan pronto como me sea posible, volveré con más historias y dibujos.

Muchas gracias por todo el apoyo y espero volver pronto.

Un abrazo para ellos y un beso para ellas.

Aio

El testamento del dragón (Tercera parte de tres)

Aún no te puedo ver bien, escriba ―le dijo el dragón―. Camina hasta aquí delante.

Pragun daba pasos cortos sin apartar la vista del voluminoso cuerpo de la criatura. Las alas, agrietadas y rasgadas, estaban encogidas sobre el lomo, muy por encima de la cabeza del escriba. La sólidas escamas del vientre se solapaban unas encima de otras formando una formidable armadura que a todas luces parecía completamente impenetrable ante cualquier ataque de lanza, flecha o espada. A medida que caminaba, las escamas iban disminuyendo de tamaño y grosor según se aproximaba a la zona del cuello. Las de esa zona se reducían hasta desaparecer totalmente y dejar paso a una zona blanda de carne pálida, justo bajo el largo cuello del dragón. La luz de la antorcha iba y venía acorde al vaivén de la respiración de la criatura, que removía todo el aire de la cámara de piedra. De pronto, Pragun divisó un asa de madera astillada asomando por la parte carnosa del cuello, en medio de una zona empapada de sangre. Las llamas de la antorcha se agitaron con el suspiro de la bestia, y la luz del fuego iluminó la cresta de la criatura entre la que sobresalía la punta de la lanza. El arma le había atravesado el cuello de abajo arriba, desatando todo el caudal de sangre que fluía por la piedra plana y bajaba por la pendiente de la gruta. El dragón yacía ahora con su pesada cabeza apoyada en la roca, incapaz de elevarla un palmo del suelo. Sus ojos, entrecerrados, miraron de reojo al escriba.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Imagen con latido (91): Dana


El testamento del dragón (Segunda parte de tres)

¿Pretende que entre ahí solo con esa criatura? ―se quejó Pragun, de espaldas a la entrada de la gruta. Algunos soldados comenzaron a aproximarse a su alrededor, con las manos preparadas en las empuñaduras de las espadas. De reojo, el escriba vio que cada vez los tenía más cerca y rebajó el tono de su queja―. Escuche, capitán, comprendo que el ancestral código de su orden es tajante en lo concerniente a respetar la última voluntad de sus enemigos derrotados, pero... pero yo... Esto... ―Pragun resopló y señaló insistentemente hacia la oscuridad de la cueva―. Esa cosa de ahí podrá comerme de una sola dentellada si alguien no me acompaña con su acero.