jueves, 11 de febrero de 2016

Lady Noche (Primera parte de dos)

El despacho permanecía en la penumbra de la noche. El capitán de policía Ricken contemplaba la que consideraba su ciudad a través de la persiana. Dejó que la vista vagara entre los perfiles de los edificios oscuros, cuyas ventanas se encendían y apagaban de vez en cuando. Suspiró y se fijó en cómo los pecados de cada uno de los ciudadanos se elevaban y diluían en el aire de la noche en forma de columnas de vapor y humo de tráfico.

Dígame, agente Hensen ―dijo el capitán sin apartar su mirada de la ventana―, ¿cómo rayos pudo perder al sospechoso?

El agente de policía Hensen estaba de pie delante del escritorio, firme y con las manos en la espalda. Se humedeció los labios y miró al frente para ver la espalda de su superior. Acababa de explicarle todo lo que había ocurrido en el callejón hacía unas horas.

Señor, ¿quiere que repita otra vez todo?

No, agente. No quiero oír de nuevo esa lista de gilipolleces que me acaba de soltar. No, no me apetece nada volver a escuchar esa historia increíble de personas que desaparecen por arte de magia. No. Lo que de verdad me gustaría escuchar, agente Hensen, es lo que de verdad sucedió en el callejón del Bulevar Este.

El agente de policía, cuya actitud aparentaba ser tan pulcra como su uniforme, se movió levemente en el sitio y frunció el ceño. Notó cierta hostilidad en el tono del capitán, y el hecho de estar a oscuras en su despacho tan solo conseguía incomodarlo áún más.

Señor, le he dicho la verdad. A mí también me cuesta creer lo que...

Vamos a ver, hijo. Usted y su compañero recibieron el aviso del atraco en su coche patrulla a las 00:23. ¿Sí o no?

Sí, señor.

Bien. Vamos avanzando. Cuando llegaron a las proximidades de la zona del delito, divisó a unos de los atracadores huyendo a pie por la acera de la Séptima.

Correcto. Esa parte es tal y como ya le he...

Acto seguido, usted y su compañero de patrulla vieron que el atracador entraba en un callejón. En ese momento, usted decidió seguirlo a pie mientras su compañero se adelantaba con el coche patrulla para cortarle el paso por el otro lado. ¿Sí o no?

Cierto, señor. Yo fui a pie y el agente...

Usted, agente Hensen, fue a pie por el callejón y se encontró con el atracador, de pie y en mitad del callejón. ¿Sí o no?

Sí, señor. Así fue, pero...

Muy bien, hijo. Ahora piensa bien lo que vas a decir, porque ahora es cuando tu relato se vuelve un completo disparate. Tu imagen de policía depende de lo que digas ahora. El atracador estaba acompañado de alguien en el callejón. ¿Sí o no?

Sí, señor. Había alguien con él.

¿Quién era?

En aquel momento no llegué a verlo bien. Iba con un abrigo grande con capucha. Luego vi que se trataba de una chica joven, de unos diecinueve o veintipocos años. Estaba abrazada al atracador en mitad del callejón.

¿Qué hizo usted a continuación?

Desenfundé el arma, y les dije que se tiraran al suelo, pero no se inmutaron. Siguieron abrazados. Yo seguía acercándome despacio y les repetía que se tiraran al suelo. Pero seguían sin obedecer. Me empecé a poner nervioso al ver que me ignoraban. Y el callejón estaba oscuro, apenas podía verlos bien. Solo veía un abrigo abultado abrazado al atracador.

Continúe.

Fue entonces cuando cogí la linterna de mi cinturón e iluminé el rostro del atracador ―el agente hizo una pausa y se zambulló de lleno en su escabroso recuerdo―. Tenía los ojos en blanco y un hilo de sangre le bajaba por la comisura de los labios. Ella no lo soltaba y hundía su rostro, escondido bajo la capucha, en el cuello de él. Entonces, escuché los balbuceos del atracador.

Escuchó sus balbuceos... ¿Entendió algo de lo que decía?

―“Ayúdame”. Estaba pidiéndome ayuda, señor.

¿Y fue entonces cuando disparó?

Sí, señor. Disparé al aire para que los dos pararan y se tiraran al suelo, pero entonces...

¿Entonces?

No sé qué pasó, señor. Fue todo en un abrir y cerrar de ojos. Cuando volví a mirar, ella estaba justo delante de mis narices, con los ojos completamente negros y la boca manchada de sangre caliente y humeante. Me quedé paralizado y se me cayó la linterna de la mano. Luego, sentí como su mano helada agarraba mi mano, con la que estaba sosteniendo el arma. Entonces la guió y apoyó el cañón de mi arma justo en su pecho.

¿En su pecho?

En el de ella, señor. Justo encima de su corazón.

¿Qué sucedió entonces?

No pasó nada, señor. Aunque le garantizo que temía por mi vida, ella no hizo nada. Tan solo me dijo una cosa al oído: “apunta mejor, vaquero”.

¿“Apunta mejor, vaquero”? ―el sargento se dio media vuelta y miró directamente al agente Hensen―. Y después de escuchar eso, tanto el sospechoso como ella desaparecieron de buenas a primeras sin que usted viera nada y sin dejar ni rastro. Ni huellas, ni sangre, ni nada. ¿No es cierto?

Así es, señor.

Agente Hensen ―empezó a decir el capitán apoyándose en su escritorio―. ¿Se da cuenta de que me acaba de contar una película de vampiros, y encima espera que me la crea?

Señor, yo...

A callar, hijo ―y propinó un sonoro golpe con el puño sobre la mesa―. Llevo en este cuerpo desde antes de que te pariera tu madre. Y he escuchado de todo, créeme. Pero jamás habían intentado insultar mi inteligencia con semejante montón de mierda fantasiosa. ¿Sabes lo que creo de verdad, hijo? Que eres un puto incompetente y eres incapaz de asumir tu error de dejar escapar al atracador. Y no quiero oír ni una palabra más. Porque la siguiente víctima que muera en el siguiente atraco de ese hijo de perra pesará sobre tu conciencia, chaval. Sobre la de nadie más. Se acabó toda esta mierda que cuentas. Me dan ganas de vomitar. De momento no quiero verte por la comisaría en unos días. Ya hablaremos de esto más adelante, cuando me calme un poco y se me pasen estas ganas de partirte esa cara de mentiroso que tienes.

Por favor, señor, yo nunca...

¡He dicho que ni una palabra más! ¡Fuera de mi vista!

El agente no tuvo más remedio que obedecer a regañadientes y salir de la oficina de su superior. Y allí dejó al capitán, a solas y a oscuras, observando por la ventana cómo se diluían en el aire los pecados de toda una ciudad.

4 comentarios:

  1. Ostras!! Sí que es verdad que los polis lo.pasan mal esta vez XD jajaja pobretes... somos malos XD

    Me ha encantado. Los vampiros siempre me atraen ^^

    Pues encantada de pasarme por.tu blog :) Espero la continuación ;) Un abrazo muy grande!! Y que pases una gran semana.

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    1. ¡Muchísimas gracias, Carmen!

      Esta vez he tardado, pero ya está la segunda parte para quien quiera leerla.

      Muchísimas gracias por tu comentario, y para mí es todo un lujazo que leas mis historias.

      ¡Nos seguimos leyendo! ¡Un abrazo fuerte!

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  2. Me ha gustado el relato, bastante entretenido y no se me hizo para nada largo. Estoy esperando por la conclusión. Un saludo.

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    1. ¡Muchas gracias, Rad!

      Encantado de leer tu comentario y agradezco mucho tus palabras. Espero que la segunda parte esté a la altura. ¡Saludos!

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