jueves, 26 de enero de 2017

El rey de la historia

El rey Huxley irrumpió en la amplia tienda de campaña por la entrada de tela. Se detuvo en seco y se llevó la mano furiosa a la empuñadura de su espada envainada. A unos pasos, se encontraba el caballero malherido, desprovisto del yelmo y de la parte superior de la armadura que le protegía el torso. El guerrero se retorcía de dolor en su lecho ensangrentado mientras lo torturaba el dolor de la multitud de cortes de espada y heridas de flecha que había recibido en su huida. El maestre sanador forcejeaba con su paciente para que no se resistiera. Con unas rústicas tenazas tiraba de la flecha partida que le sobresalía del hombro. La presencia firme y rabiosa del rey Huxley se adueñó de la estancia, y tanto maestre como paciente miraron hacia el monarca en silencio. Sin duda, estaba enfadado.

jueves, 19 de enero de 2017

¿Qué te ha dicho la doctora?

Jorge regresó al piso con gesto contrariado. Dejó las llaves en la cestita de al lado de la entrada y se dirigió derecho al salón, donde lo esperaba Nadia, tomándose su café de las cinco de la tarde.

Hola, cariño ―lo recibió ella, sin levantarse del sillón y con una amable expresión en su rostro angelical―. ¿Qué te ha dicho la doctora?

jueves, 12 de enero de 2017

Circo

Atardecía con unas pesadas nubes naranjas en el oeste, pero en el horizonte opuesto la noche era tan oscura e intimidante que incluso parecía que el poco sol mortecino que quedaba se batía en rápida retirada detrás de la llanura. La tormenta nocturna amenazaba en la distancia, restallando con rayos verdosos entre nubarrones más negros que el carbón. El viento silbaba con fuerza y esparcía por los caminos de la feria abandonada las pocas hojas secas que aún no se había llevado para siempre. La noria se balanceaba de un lado para otro, crujiendo y chirriando, amenazando con su desplome al oxidado tiovivo de abajo, clavado al suelo e incapaz de correr para ponerse a salvo. Ninguno de sus caballos de plástico conservaba todas sus cuatro patas, pero todos sonreían quietos y mutilados, mientras que a alguno incluso le faltaba parte de la cabeza. Algo más allá, una de las puertas del puesto de algodón de azúcar era sacudida por las ráfagas y golpeaba caprichosamente la chapa metálica, acompañando al ronco estruendo lejano de los truenos con su percusión metálica. Y en medio de la decrépita nada, se hallaba la carpa agujereada de un circo olvidado, casi siempre a punto de ser barrida por el viento como una bandera desgarrada que apenas se mantiene en su mástil.

jueves, 5 de enero de 2017

Nombre

Estoy sola en mi torre. No hablo para no quejarme, no lloro para no alarmarme, no grito para no desgañitarme. Estoy sola en mi torre, y soy la única responsable. Estoy sola en mi torre, y nadie lo sabe.