jueves, 23 de febrero de 2017

El concepto esférico

El sabio anciano de la aldea había tenido una revelación. Tras haber pasado una noche meditando en lo alto del monte del fresno, su mirada cambió. Desde entonces, el brillo de sus ojos era constante y le era imposible contener el torrente de ideas que no paraban de brotar de su cabeza. El aluvión era tan abrumador que tenía que darle salida por la boca, y el anciano deambulaba por la aldea hablando para sí mismo, vomitando cavilaciones inconexas como si una acalorada y eterna discusión filosófica tuviera lugar en el foro de su mente. Los aldeanos comenzaron a darle de lado, asustados por su carácter extraño, distraído e impredecible. Algunos incluso llegaron a asegurar que el anciano había dejado de dormir, y pasaba todos los días y todas las noches en busca de una respuesta imposible a una pregunta que nadie se había planteado nunca.

jueves, 16 de febrero de 2017

La peor pesadilla

El calor del fuego y su cálida luz reunían a los cuatro amigos sentados a su alrededor. Arropada bajo una manta con Fabio, Mireia miraba con ojos adormecidos cómo las llamas de la pequeña fogata subían y bajaban. Él tomó un sorbo de su chocolate caliente y miró al frente, donde estaba sentado su amigo Dennis, abrigado hasta las cejas y abrazado a sus propias rodillas. Dennis solamente se movía levemente de vez en cuando para mirar de reojo a Daniela, sentada sobre un tronco caído a su lado, en silencio y como ausente. Fabio mantuvo la mirada firme hacia su amigo hasta que este no tuvo más remedio que devolvérsela. Con un gesto de cabeza, Fabio le señaló disimuladamente hacia Daniela. Lo estaba invitando a acercarse a ella para que no pasaran tanto frío, pero Dennis negó con disimulo, cohibido por su timidez. De buenas a primeras, la voz cansada y aburrida de Mireia se escuchó por encima del crepitar del fuego.

jueves, 9 de febrero de 2017

Caleidoscopio

Estoy enamorado como un desquiciado, desquiciado de estar contigo y besarte hasta el ombligo, con motivo, sin motivo, vivo para estar contigo, lo digo mientras te miro, te miro y alivio consigo, alivio de mis días que te regalo, vida que te regalo mientras te cojo de la mano, coge tú mis caricias y mis besos, cargados de amor pero sin peso, te abrazo y te aprieto, y mi corazón no para quieto, me paro y te contemplo, eres tan divina como un templo, rezo arrodillado ante tu belleza, hermosísima de los pies a la cabeza, la cabeza me da vueltas y me mareo, mi mundo desaparece cuando te veo, verte es el sentido que me falta, por ti escalaría la montaña más alta, montañas nevadas de blanca nieve, epíteto innecesario donde los hubiere, epítetos que no alcanzan a describir, todo lo bueno que hay en ti, bondad y compasión, apoyo y comprensión, demasiado perfecta para ser real, pero tan real como perfecta, tan perfecta que no comprendo, qué ves en mí que yo tengo, te tengo en un espacio en mi corazón, que escapa a mi poca razón, razón por la que me enamoro, eres la luna que yo adoro, luna bonita y brillante, más preciosa que un diamante, diamante amante, ante ti no hay nadie delante, sombra a ti no te hacen, los miedos que en mí yacen, miedos que se van y no vuelven, miedos espantados por tus abrazos que envuelven, abrazos que nunca son suficientes, dulce tacto que me mantiene caliente, calor que cura las heridas, calor que me ayuda y me anima, ayuda que sin querer me das, compartiendo miradas sin más, tu mirada es todo mi universo, y en él me pierdo con tanto verso, versos para decirte que te quiero, y quiero decirte que te quiero, porque quiero rima con te quiero, y no me canso de rimar, ni me canso de querer, ni me canso de querer quererte. Te quiero con locura, como un desquiciado sin cura.

Feliz San Valentín.

jueves, 2 de febrero de 2017

No hacer nada

La pareja de hermanos se abría paso entre los escombros. Atadas en una sábana a sus espaldas, los pequeños llevaban las provisiones que habían podido apañar de las estanterías saqueadas y retorcidas del supermercado derrumbado. Por suerte, lograron hacerse con algunas latas de judías, pimientos y melocotones que encontraron debajo de los cascotes que antes fueron la oficina del gerente. Tras cuatro semanas de bombardeos, ya poco quedaba, y empezaban a escasear los alimentos. Regresar con provisiones al refugio después de la expedición al supermercado era casi un milagro. Cuando volviesen, los esperaban las escandalosas tripas de cada uno de los pocos supervivientes que malvivían bajo tierra, a salvo de la ira de fuego que parecía no dejar de caer de las naves invasoras del cielo. Los niños no dejaban de arrastrase con la esperanza de que la alegría de sus padres por la comida encontrada superase su enfado por haberse escapado sin permiso.